miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una oportunidad para el cambio del cambio

                                                                                         

Elocuente cartel publicitario de WWF

Desde el 7 de Diciembre viene celebrándose en Copenhague la XV Cumbre Internacional sobre el cambio
climático, que se prolongará hasta el 18 del mes presente.

Bien, hay tres aspectos que me gustaría subrayar. En primer lugar, quisiera responder a la pregunta de si los países ya industrializados deben pedir perdón por las emisiones contaminantes vertidas desde hace décadas. Sucede que las principales víctimas de la industrialización de los países desarrollados vienen siendo los países pobres y, aparte de eso, ocurre que nos hemos sensibilizado con respecto al cambio climático precisamente en el momento en que los países en vías de desarrollo viven el auge de su producción industrial. Dicho lo cual, soy de la opinión de que los países del primer mundo no están en el deber de disculparse por su responsabilidad en el cambio climático. Y ello por dos razones: hasta las décadas de los '80 y los '90 nadie era plenamente consciente de los efectos nocivos que se estaban produciendo en el medio ambiente y, por otro lado, hay que decir que ha sido toda la humanidad en su conjunto la beneficiaria de los adelantos técnicos y científicos derivados de la revolución industrial y tecnológica.

El segundo aspecto tiene que ver con el desajuste dramático que existe entre los intereses particulares de los países asistentes a la Cumbre y la necesidad acuciante de hacer causa común contra las emisiones de Co2. Urge cerrar filas y aplicar una política común más allá de las demandas de cada país en particular. El problema nos concierne a todos, por lo que no vamos a resolver nada si supeditamos el bien común a los intereses nacionales.

Por último, quisiera decir que más nos vale rezar si no queremos que nuestros dirigentes hagan de esta Cumbre una ocasión fallida para revertir el cambio climático, tal y como sucedió con motivo del protocolo de Kyoto. Es preciso que este tipo de encuentros signifique algo más que un simple brindis al sol, un gratuito y autocomplaciente wishful thinking.

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