Jacques Delors, ex presidente socialdemócrata de la Comisión Europea
“Ni esto ni eso”, decía Walter Benjamin en referencia a la tenaza que mordía la Europa de su tiempo. Ni fascismo ni comunismo. En una entrevista reciente, Jacques Delors, ex presidente de la Comisión Europea, nos ponía en guardia contra el peligro de que el orden mundial acabe polarizándose entre EEUU y China. Pues bien, ahora hay que decir que no queremos ni neoconservadurismo ni desarrollismo, más bien es tiempo de afianzar los valores que siempre caracterizaron Europa, la comunidad europea.
Si no quiere verse atenazada a la larga, Europa está llamada a reivindicar un sistema de valores propio más allá de los límites de la Unión, y debe hacerlo con voz solista, con una voz que exprese el discurso común de los Estados miembros. Y, sin embargo, la disparidad de posturas ante la crisis económica nos ha dado a entender que no son pocos los países que siguen presos de un solipsismo tan disfuncional como inefectivo. Porque está claro que si no ponemos remedio, nos va a acabar pasando factura el disenso en materia de política económica, una política que ni de lejos se agota en el uso de una divisa compartida, es decir, en la aplicación de un programa monetario común; antes al contrario, se impone como necesaria una decidida unidad de acción capaz de dar la réplica a la polarización del concierto de naciones.
Por lo tanto, si queremos ofrecer una alternativa a las ideologías extremas que enarbolan chinos y estadounidenses, nos corresponde remar en la misma dirección. En este sentido, solo podemos saludar con optimismo la reciente entrada en vigor del Tratado de Lisboa, un paso más en el camino hacia una economía europea con peso internacional.
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