jueves, 25 de marzo de 2010

Google desafía a China

Google china opera desde Hong Kong
                                                                                

Se habla de las grandes corporaciones multinacionales como de insaciables monstruos tragaperras sin escrúpulos. Con todo y ser posible, Google ha dado un ejemplo renunciando a su parte del pastel en el mercado cibernético chino. Una parte en modo alguno pequeña. Y todo por defender su identidad como firma.

Internet, entre otras muchas cosas, nació con la vocación de convertirse en un foro global de intercambio de ideas y expresión sin trabas. Por primera vez en la historia, ciudadanos del mundo entero, cosmopolitas, podían dialogar a tiempo real sin ningún tipo de control aparente. Pronto, gobiernos represivos y regresivos como el de China advirtieron las dimensiones de la amenaza y obraron en consecuencia, formalizaron mecanismos de censura y fiscalización de los canales del conocimiento.

Ahora, Google, a diferencia de Yahoo, el buscador de Bill Gates, ha sido consecuente con el espíritu que impulsó los primeros pasos de Internet y no se ha plegado a las exigencias dictadas por los burócratas de Pekín. Google sabe que la red de redes no es nada sin libertad de expresión y ha comprobado que con los totalitaristas apenas cabe la posibilidad de negociar, simplemente porque no atienden a razones.

Es hora de que el Senado de Estados Unidos haga pública su condena a la actitud de China ante lo sucedido. Google fue valiente y el Estado al que paga impuestos debe serlo también.

sábado, 13 de marzo de 2010

El largo camino a las urnas en Iraq

Una mujer iraquí ejerciendo su derecho al voto
                                                                                 

Cuando en 2003 el presidente Georges W. Bush le declaró la guerra a la Iraq de Sadam Hussein, las encuestas señalaron que el 90% de los españoles se oponía a la invasión. Pues bien, yo me encontraba entre ese 10% de la población que se abstuvo o se negó a manifestarse en contra de la ofensiva, que era una cruzada santa en toda regla. Pensé, ingenuo de mí, que el pueblo iraquí recibiría con los brazos abiertos a los invasores estadounidenses, quienes se les representarían como providenciales salvadores de la autocracia ejercida por Sadam.

Hoy, con la perspectiva de los años, sé que me equivocaba. Pero solamente en parte. No me interesa hablar aquí de la justicia o injusticia de aquella guerra, porque eso depende del código de valores al que nos atengamos. Ciertamente, no existe la guerra justa o la guerra injusta en términos absolutos por cuanto no existe una moral infalible y absoluta. Después de todo, declarar la justicia o la injusticia de una guerra no es más que un jodido juicio de valor. Por eso no voy a decir una sola palabra acerca de los motivos que impulsaron a quienes planearon la invasión. Sí me interesa sopesar las consecuencias de todo el asunto.

Por un lado, la ocupación se ha cobrado millares de muertos, y aún sigue goteando la sangre vertida por las víctimas de los atentados terroristas. Pero no es menos cierto, por otro lado, que el tirano Sadam Hussein fue juzgado y condenado (que la sentencia dictara la pena de muerte es la aberración final de la crónica de un homicidio anunciado). Al mismo tiempo, la ocupación ha verdecido estos días en forma de elecciones libres universales. En efecto, la democracia representativa en Iraq se ha convertido en una realidad puede que impensable para aquellos que en 2003 se opusieron a la invasión del país.

Según los primeros recuentos, Al Maliki parece llevar la delantera a la coalición chií de la Alianza Nacional Iraquí y al partido no confesional del ex primer ministro Iyad Allawi.

jueves, 4 de marzo de 2010

La barbarie de las corridas de toros

Un coso donde nadie desangra a nadie
                                                                                 

No hace falta aclarar que la pose antitaurina adoptada por gran parte de los diputados catalanes responde, en buena medida, a motivaciones nacionalistas. A los representantes del Parlament ni les va ni les viene que se mortifique públicamente a un animal. La abolición de las corridas taurinas por parte de los diputados catalanes es un envite político, en modo alguno moral. Eso parece que está fuera de toda duda.

De hecho, en actitud contestataria al proyecto de los parlamentarios de Cataluña, Esperanza Aguirre, cuya gestión económica aplaudo a más no poder, recoge el guante con otra decisión política y declara las corridas bien de interés cultural; como si las tradiciones, por el simple hecho de serlas, estuvieran revestidas de legitimidad. Fuera de eso, lo importante es señalar que, despojada de su ideología, la iniciativa del Parlament representa un ejercicio de civismo y, aun diría, de humanidad.

El único argumento sostenible que los protaurinos tienen a mano es el que se refiere a los puestos de trabajo que genera el mundo de los toros. Pero, claro, si queremos crear empleo a toda costa y por encima de todo respeto a la vida en cualquiera de sus formas, lo tenemos tan fácil como declarar una guerra o restaurar el oficio del verdugo. Las guerras, por paradójico que parezca, son rentables. En realidad, matar siempre da dinero. Matar a los humanos sale a cuenta, y matar a los animales también sale a cuenta.

El progreso ético de la humanidad exige ensanchar de algún modo el círculo de lo moral, ensancharlo de tal manera que alcance los intereses de los animales. Eso sí, estoy muy lejos de criminalizar las corridas de toros, pues somos seres omnívoros y, como tales, tenemos que matar para subsistir. Pero no somos bárbaros, no deberíamos serlo. Y, en esa medida, denuncio que ciertas personas quieran hacer de un acto de crueldad y salvajismo un espectáculo público.

martes, 2 de marzo de 2010

El cineasta iraní Jafar Panahi es arrestado

Jafar Panahi
                                                                                      

El régimen totalitario iraní insiste en su cabalgada de opresión y atropello a los derechos humanos. Es intolerable que ciertos ordenamientos jurídicos amparen la pena de cárcel por hacer uso de la libertad de conciencia. Y esto vale tanto para la dictadura de Mahmud Ahmadineyad como para los totalitarismos de Cuba y China. Ha saltado la noticia de que las fuerzas policiales iraníes han detenido a Jafar Panahi, formidable director de cine que tiene en su vitrina premios como el León de Oro de Venecia y el Premio del Jurado de la Berlinale.

El caso es que Panahi ha ido a parar con sus huesos entre rejas por apoyar a Mir Hossein Musavi, líder de la oposición. El cineasta había expresado en repetidas ocasiones su adhesión a la revolución verde, el intrépido movimiento social que aspira a instaurar un orden político y social más abierto y respirable para todas las gentes de Irán.

Panahi, que fue arrestrado en su casa mientras compartía una cena con sus amigos y familiares, ya venía siendo censurado por el gobierno despótico de Ahmadineyad. Y es que en sus películas Panahi visibiliza las exclusiones a las que tienen que enfrenarse las mujeres en su vida cotidiana. Así sucede en "El Círculo" (Dayereh, 2000), ganadora del León de Oro, en "Offside" (2006), que obtuvo el premio del jurado en el Festival de Berlín, y en la fantástica "El globo blanco" (Badkonake sefid, 1995).

Desde aquí exigimos la amnistía para todos los presos políticos del mundo.