China más Comunismo igual a pena de muerte
La agresión y la intimidación ejercidas por el gobierno chino sobre su población no conoce límites. En otras palabras, los chinos no tienen peor enemigo que su estado. Según un informe de Human Rights Watch, las “cárceles negras”, infiernos montados por el régimen de espaldas a la luz pública, ocultan graves abusos a los derechos fundamentales de los ciudadanos. En estas cárceles negras de la infamia, las fuerzas del orden confinan y maltratan a ciudadanos que ni siquiera han dado el paso en falso de cometer un delito, su único error consiste en pasar por sospechosos a los ojos del Partido Comunista, el gran Leviatán asiático.
Estas depuraciones de la policía china se ejecutan de modo indiscriminado sobre personas que acuden a Pekín con la perversa idea de presentar una queja ante la administración pública; personas a las que han estafado o que han sido víctimas de cohecho o de una expropiación indebida por parte de las autoridades regionales. Ante esta atroz amenaza, los de la ley responden con la baza favorita de los estados totalitarios: el terror. Los procedimientos represivos siguen este orden espeluznante: secuestro del individuo, ocultación de los motivos del arresto, pisoteo de la dignidad del secuestrado, sustracción de las pertenencias, agresiones físicas y psicológicas y atropello de cualquier garantía jurídica de la víctima, que tanto da que sea hombre, mujer o menor de edad.
Así se las gastan los comunistas; esos comunistas que el año pasado condenaron a muerte a nada más y nada menos que 7.000 personas; esos mismos comunistas a los que se les viene de obsequiar con unos Juegos Olímpicos en pago por sus progresos en el respeto a los Derechos Humanos; esos comunistas, en fin, que o mucho cambian las cosas o van a terminar por subirse a la locomotora de la economía mundial. Y más vale que lea hasta aquí porque se me está llenando la boca de sapos.
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