La máquina expendedora, animal en peligro de extinción
Sucede que no ha pasado mucho tiempo desde que el Ministerio de Sanidad español decretara retirar todas las máquinas expendedoras de chucherías y repostería industrial de los colegios públicos del Estado. Piensan los tecnócratas que de esa manera los niños van a lucir más saludables porque, claro, hay que pensar en la felicidad de esos hombrecillos ya que ellos no pueden hacerlo por sí solos. Y es que los políticos paternalistas saben de buena tinta que la felicidad está en disfrutar de un tejido adiposo igual a cero y no en darse una satisfacción de cuando en cuando.
Hay que combatir la obesidad, dicen sin saber que con ello combaten el modo de estar en el mundo de unas personas que, según los casos, pueden estar orgullosísimas de sus cuerpos. Hay mucha gente que no está dispuesta a hacer un sacrificio negándose un capricho sólo por someterse a la tiranía del canon estético y sanitario establecido.
A todo esto se podría replicar diciendo que la obesidad representa una amenaza para la salud del individuo. Lo cual es verdad, pero no es menos cierto que deberíamos dejar que cada cual decida en su fuero interno si le conviene jugarse el bienestar inmediato a un posible desarreglo patológico el día de mañana.
Sólo veo un argumento consistente que legitime la política sanitaria del gobierno en materia de obesidad infantil. Me refiero al hecho de que limpiar tanto tocino en la anatomía de un buen número de ciudadanos puede significar un importante gasto a cuenta de la Seguridad Social; pero si aplicáramos este esquema de pensamiento al resto de conductas alimentarias, llegaríamos a un punto en que lo aconsejable sería ponerse a dieta de pan, fruta y agua.
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