Raúl Castro y Miguel Ángel Moratinos, tan amigos.
Miguel Ángel Moratinos puede volver de Cuba con la satisfacción del trabajo bien hecho. Nada va a morderle la conciencia. Le enviaron con la intención de ahondar en la camaradería con el gobierno autoritario que preside el testaferro Raúl Castro y es obligado reconocer que el ministro ha cumplido. Además de hacerle llegar los saludos mandados por los camaradas del partido socialista, Moratinos le hizo a Castro la promesa de romper unilateralmente el pacto de la Posición Común, que condiciona la política de la UE en relación con Cuba al respeto por los derechos humanos. En señal de buena voluntad, Moratinos ya ha violado no pocos de los puntos recogidos en dicho pacto. Me refiero al compromiso, extensible a todos los estadistas europeos que pisan la isla, de establecer una mesa de diálogo con la disidencia cubana; así como al compromiso de considerar los avances en materia de derechos civiles como un elemento positivo en las negociaciones con el politburó castrista; responsabilidades que el canciller español se ha pasado por el forro.
No contento con ello, Moratinos le ofreció al menor de los Castro una silla en la cumbre que la UE celebrará en Madrid con los países de la América pobre en el mes de mayo del 2010. En pago por tanta generosidad, Raúl Castro dio amnistía a dos presos españoles que cumplían condena en cárceles de la isla cubana, logro que debemos al carisma diplomático del ministro de Exteriores español.
Pero tanto pasteleo no puede ser bueno: la actitud de Moratinos ya ha provocado reacciones en el seno del PP y puede comprometer el diseño del pacto entre los dos grandes partidos españoles con la presidencia de la UE en el horizonte. Aparte de eso, va a ser cosa de ver la respuesta que dé la comisión europea a las confraternizaciones que Moratinos ha cosechado a lo largo de su paseo por la isla de Cuba.
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