domingo, 21 de febrero de 2010

Solidaridad con Kurt Westergaard

Las caricaturas que encendieron la mecha
                                                                                        

Kurt Westergaard dibujaba hace cinco años una viñeta cómica en la que aparecía una caricatura de Mahoma armado con una bomba en su turbante. Lo que el humorista danés no sabía entonces es que estaba acaso escribiendo su propia acta de defunción.

Me dan miedo las personas que ponen su fe en algo sagrado, que creen que existe algo sagrado. Y no me refiero únicamente al hecho religioso, porque el mundo está lleno de individuos que santifican lo menos pensado: ideas, imágenes, piedras, palabras, banderas, relaciones humanas, etc. Todo es susceptible de sacralización y a menos luces intelectuales más propensión a ver espíritus y almas a diestro y siniestro. Quien siga sublimando sus ideas en forma de ideales seguirá preso de su cárcel mental. El fetichismo no es más que un cerrojo a la evolución psicológica de la persona.

Hay una exigencia fundamentalista que la sociedad occidental no puede tolerar y que cada individuo en concreto no debe asumir. Me refiero a la primacía de la ley divina sobre la ley civil positiva. Mal vamos si permitimos que el verbo incendiario y la sed de sangre de los musulmanes violentos echen por tierra conquistas históricas como la libertad de expresión. Los creyentes obsesivos amenazan a nuestros humoristas, quieren quitarnos la risa, algo que, a diferencia de los dioses, cabe en todos los asientos y todas las tribunas.

El País acaba de publicar una entrevista con Kurt Westergaard. Léela aquí.

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