lunes, 1 de febrero de 2010

Inversión, no derroche

La Reserva Federal de Estados Unidos
                                                                                     

Después de pronunciar el discurso sobre el estado de la Unión y presentar sus cuentas presupuestarias para el ejercicio 2011, Barack Obama parece estar dando palos de ciego en su planificación económica, que baila a lo loco con un pie en el estímulo y el otro en el ahorro, y lo mismo se lanza al dispendio público que maldice el agujero existente en las arcas del Estado. Así no hay quien se entere, de igual modo que nadie entiende el tremendo desnorte en que se debate el partido socialista español, al que sugiero el siguiente eslogan para su política económica: hambre para hoy y hambre para mañana. Crece el déficit público y desaparece el suelo bajo los pies de las empresas y las familias.

Lo que diferencia a Obama de Zapatero es que el presidente americano parece haberse caído del caballo del derroche. No vamos a revertir la recesión multiplicando indiscriminadamente los derechos sociales. Es cosa de plantarse y discernir la inversión del derroche. Nos haremos una idea acerca de esta diferencia con sólo observar que la ampliación de las fuerzas armadas es un derroche, mientras que el gasto destinado a las aulas y los laboratorios se entiende como una inversión.

Entre las propuestas de la administración demócrata está el saneamiento fiscal y la regulación de las ganancias financieras. Es de esperar que ambas iniciativas salgan adelante pues, visto lo visto, parece necesario que las grandes corporaciones bancarias, y solamente las grandes, rindan cuentas a sus clientes y se plieguen al control tributario fijado por la Reserva.

Obama ha subrayado la necesidad de crear empleo en el marco de la pequeña empresa. A mí me parece más importante distinguir entre las contrataciones capaces de generar prosperidad y las contrataciones de mente estrecha. Un becario que estudie bioquímica es un activo a proteger, mientras que un picapedrero no es más que un saco roto. Debemos instalar un punto de reflexión en cada punto de inflexión: la crisis nos invita a cambiar el modelo de productividad.

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