Aquí tenemos al angelito
¿Cuál debe ser la actitud de la comunidad internacional con respecto a Irán? ¿Cuál es la respuesta correcta a la política de Mahmud Ahmadineyad? El presidente de la república iraní sigue adelante con su programa de enriquecimiento de uranio, una iniciativa que le está haciendo perder el respaldo de países hasta ahora amigos como el caso de Rusia. Mientras, los gobiernos del mundo occidental mantienen sus advertencias ante lo que consideran una provocación militar sin miramientos del régimen autoritario iraní.
Visto objetivamente, uno podría pensar que Irán, como nación soberana que es, tiene pleno derecho a seguir investigando en el terreno de la energía atómica del mismo modo que lo hicieron todos aquellos países que hoy cuentan en su arsenal con bombas de fabricación nuclear. Pero habría que ser muy ingenuo para pasar por alto que el problema no es la elaboración de la bomba en sí, sino el uso que se haga de ella; y la obtención de la bomba atómica por parte de Irán volvería a poner en escena los fantasmas de la carrera armamentística y la Guerra Fría.
Por lo tanto, ¿qué actitud tomar? Desde el repliegue en la indiferencia a la decisión de invadir el país se despliega toda una gama de alternativas políticas y diplomáticas. No parece que asome en ningún horizonte la posibilidad de una ocupación de Irán liderada por unos Estados Unidos ya enfangados hasta las trancas en Irak y Afganistán. Nadie se inclina tampoco por la indiferencia, y en lugar de ello los occidentales se limitan a fruncir el ceño y aplicar unas sanciones restrictivas que no parecen amedrentar al camorras de Ahmadineyad. Así estamos bajo la tensión que separa la diplomacia del uso irreflexivo de la fuerza, entre dos fuegos de amenazas y bravuconadas de todo signo y condición, a medio camino de la guerra fría y la paz caliente.
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