domingo, 17 de enero de 2010

Giro político en Chile

                                                                              

Mario Vargas Llosa y Sebastián Piñera

Michelle Bachelet abandona el poder en Chile y con ella la Concertación Oficialista, es decir, la política de izquierdas. El cambio es histórico pues supone el punto y final de veinte años de socialismo en el país andino. También los españoles necesitamos en su momento otros veinte años de convivencia democrática para perderle el miedo a la derecha. Veinte años, dos décadas, casi un ciclo generacional parece ser el tiempo necesario para convencerse de que el orden democrático está por encima de los deslizamientos sectarios y sus aberraciones en forma de fascismo o comunismo. La democracia y el paso del tiempo suturan los desgarros de la memoria.

Sebastián Piñera, del partido centroderechista Renovación Nacional, se ha impuesto en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas este domingo en Chile a Eduardo Frei por un margen del 3% del “balotaje”. Piñera llega a la política desde el mundo de los negocios, donde ha cosechado un éxito tras otro; y pese a desenvolverse con desparpajo en el medio líquido del presente económico, sus ideas son algo rancias. Cristiano practicante, Piñera desaprueba el aborto y desprecia los derechos de las personas homosexuales.

Los chilenos han dado muestras de una asentada madurez democrática y han sido los protagonistas de unos comicios ejemplares que bien harían en imitar los más de los pueblos latinoamericanos. Realmente, hemos asistido a un proceso electoral digno de elogio y envidia. No es poco lo que el país le debe a la prudencia y cordura de Michelle Bachelet, una presidenta que ha gobernado para todos los chilenos aconsejada por su fuerte compromiso en el consenso y la conciliación social. Otra imagen tendríamos de la izquierda latinoamericana si sus representantes siguieran los pasos de la presidenta Bachelet y su idea del progreso como una apuesta por la apertura financiera y moral. Amplitud de miras, eso es lo que le hace falta a la izquierda de América latina.

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