domingo, 13 de diciembre de 2009

¿Es Italia un Estado de Derecho?

                                                                                 

Silvio Berlusconi, delirios de grandeza

Nos hemos enterado de que el Popolo della Libertà , partido que preside Silvio Berlusconi, se trae entre manos una súper-ley destinada a cubrir de inmunidad al máximo dirigente italiano y los altos representantes del Estado. Así responde il Cavaliere a la reciente negativa del Tribunal Constitucional de concederle el Laudo Alfano, el privilegio de inviolabilidad jurídica.

Bien, lo que se está poniendo en entredicho es nada más y nada menos que el reconocimiento de la República italiana como un Estado de Derecho. Se sabe que uno de los criterios fundamentales de este tipo de Estado consiste en la legalidad de la Administración, exigencia que se desdobla en dos características: en primer lugar, según la justicia administrativa, todo sujeto debe conducirse de acuerdo con el imperio de la ley; y de segundas, debe imperar un control judicial suficiente que fiscalice la actuación del poder ejecutivo. De hecho, la legalidad de la Administración se dirige al equilibrio entre el poder ejecutivo y el judicial. Así las cosas, un Estado en el que el ejecutivo escape al control de los jueces se convertirá en una organización política sin justicia administrativa, en una organización política distinta a lo que conocemos como Estado de Derecho. Esto explica que la aprobación de la súper-ley impulsada por el Popolo della Libertà ponga en jaque la idea de Italia como un Estado de Derecho.

Más allá de eso, cuesta entender que un personaje de la catadura política y moral de Silvio Berlusconi gobierne un país civilizado como Italia. Aun siendo consciente de que la derecha italiana carece desde hace algunos años de una alternativa política de garantías, le he dado muchas vueltas a la cabeza y sólo puedo explicarme el absurdo diciéndome que si los más de los italianos votan a Berlusconi es porque ven reflejada en este calavera la imagen de su alter ego.

5 comentarios:

  1. Coincido contigo que lo que está pasando en Italia es vergonzoso, Berlusconi cada vez se ve con más fuerza y es probable que no vea ya ningún freno en su ansia de poder, tal como indica el dicho: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. De todas formas está bien fijarse en Berlusconi, pero en general pienso que las democracias liberales europeas están atravesando un mal momento. Las corruptelas de diversa índole están salpicando a muchos países. El caso de España es un claro ejemplo. La pregunta que cabría hacerse es ¿Por qué pasa esto? Y lo que es peor ¿Por qué los ciudadanos todavía no se han rebelado ante esta situación más allá de los comentarios de cafetería? Creo que esta sociedad está dando por buenos una serie de valores que están podridos y de ahí que no se entre en una valoración global. Cuando en una sociedad, caso de la española, existen tantos casos de corrupción no vale solo su sanción individual vía judicial, hay que debatir sobre qué valores estamos construyendo nuestras respectivas sociedades para detectar el fallo porque si no lo hacemos esto irá creciendo. Tiene que haber una respuesta desde la sociedad no solo desde la judicatura.
    Aconsejo la lectura de “La corrupción de la democracia” de JOSÉ VIDAL-BENEYTO en:
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/corrupcion/democracia/elpepiopi/20091212elpepiopi_11/Tes
    Da muchas claves en el sentido que he referido.

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  2. Gracias por aportar tu punto de vista, Hortopu.

    Creo que el caso de las corruptelas políticas es un vicio que rebasa los límites de las democracias liberales europeas. Entre otras razones porque la corrupción tiene que ver menos con la forma de gobierno que con la honestidad de los gobernantes mismos. Diría que no hubo, ni hay, ni habrá una sola sociedad civil ajena a la corrupción de sus dirigentes. Se trata de un mal con el que hay que convivir. Debemos conformarnos con el ajusticiamiento de los corruptos, algo que no sucede en otro tipo de sistemas políticos.
    En el caso de España, pienso que necesitamos una alternativa política clara al bipartidismo reinante. Tanto el expediente histórico del PSOE como el del PP supuran demasiados estigmas para merecer la confianza del electorado.

    Acabo de leer el artículo de Vidal-Beneyto, siento decirte que no coincido con él en el diagnóstico y mucho menos en la terapia a aplicar. La idea de la corrupción radical de la democracia me parece un disparate.

    Gracias por leerme y por dejar que te leamos en este blog, Hortopu.

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  3. Lamento esa valoración descalificadora que haces del artículo de Beneyto. Creo que zanjas de forma expedita y poco argumentada un artículo que a mí me parece que va al meollo del asunto y no se queda en simples y voluntaristas soluciones formales. El apelar a la honestidad de los gobernantes, amigo, está bien pero creo que es una aportación poco significativa por obvia que es. Te invito a profundizar políticamente en el problema.
    Parto de la base de que vivimos en una sociedad dividida en clases y donde el poder se distribuye de forma asimétrica entre las mismas, algo que además las democracias formales o liberales que existen en Europa no han conseguido modificar. Parafraseando a J. de Mairena podemos decir aquello de que “La democracia es igual para Agamenón y su porquero. Contesta Agamenón: Sí totalmente de acuerdo. Contesta su porquero: No es verdad estoy en desacuerdo”. Puedes sustituir el nombre de Agamenón por cualquier banquero de este país y el de su porquero por el de cualquier mileurista actual que esté en el paro.
    Una de las cosas que Beneyto pone de manifiesto (hay más) es: “… la glorificación del individuo, con la afirmación sin límites del yo, del sí mismo que cancela la existencia de los otros y de lo otro, absolutiza el individualismo e instituye esta avasalladora auto-celebración, este narcisismo plenario en el ideal de la existencia humana, destruyendo todos los vínculos sociales e incluso la mera referencia al otro”. Y ¡ojo! no se trata de negar al individuo su irrenunciable libertad como ser humano, se trata de resituar los diferentes valores que están en juego, principalmente el colectivo y el individual, no podemos olvidar que somos una especie que nos desarrollamos de forma social, fundamentalmente, es decir con y frente a los otros, no contra los otros. Además Beneyto que es “perro” viejo e inteligente en estas lides no quiere entrar, porque sería un error, en la dicotomía individuo o sociedad, sus planteamientos van más en la línea de individuo y sociedad pero veamos cómo.
    En la actualidad vivimos impregnados de una ideología neoliberal donde se potencia las formas y maneras empresariales con lenguaje y tintes militaristas que propone como estrategia de aumento de la riqueza la competencia más salvaje frente a la colaboración y donde siempre tiene que haber vencedores y vencidos que muestren claramente quien tiene el poder. El altruismo y la solidaridad son actitudes puramente personales y casi marginales. Con estos planteamientos el triunfo personal e individual cobra unos tintes desmesurados frente a lo colectivo. Por otra parte la democracia liberal necesita estar en manos de “profesionales” que mantengan alejados a los ciudadanos de la política, excepto el día de votación. Con lo cual se establece entre el político y el ciudadano una relación vendedor-cliente donde este último alcanza el mayor infantilismo crónico, como es pedir la “Luna” sin responsabilizarse de nada, en lo que llamamos la sociedad de los derechos sin obligaciones, que es la mejor forma de tener desmovilizados y aborregados a los ciudadanos de un país. Curiosamente los políticos te prometen la Luna y lo que haga falta, pero eso sí hay que votarles, después, como hace Berlusconi, te dan la “luna Valencia”.

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  4. El artículo de Vidal-Beneyto no me parece digno de atención porque, lejos de proponer una crítica constructiva, se inspira en un nihilismo ciego y furibundo.

    Quizás me he expresado mal, pero no apelo a la honestidad de los dirigentes, sino a su sentido de la responsabilidad. La seña distintiva del Estado de Derecho con respecto a otros sistemas sociales es el imperio de la ley, es decir, la seguridad de que los delincuentes pagan por sus delitos. Es verdad que hay corruptos en las democracias liberales, pero no es menos cierto que en los más de los casos acaba haciéndose justicia. Los políticos deben responder ante los jueces cuando cometen un delito, ante la prensa cuando caen en un desliz y ante el electorado cuando incumplen sus promesas. En este responder de algo ante alguien reside el sentido de la responsabilidad.

    La idea del encuentro con el "otro" no es más que una teoría ética de tantas. Se trata de una concepción moral que tiene cabida en las democracias formales, pero que no debe imponerse desde el Estado sobre el resto de concepciones éticas. En las sociedades pluralistas se dan cita muchas ideas acerca de lo bueno y, ante ello, el Estado (entendido aquí como poder legislativo) debe seguir una doble estrategia: por un lado, debe abstenerse de promocionar una determinada idea de bien en perjuicio de las restantes; y por otro lado, debe supeditar toda idea de bien a la idea de justicia. Conviene distinguir entre ética y política; en el terreno de esta última, hay fuerzas y organizaciones que reivindican el encuentro con el "otro" como un objetivo deseable. Es el caso de los partidos socialdemócratas y humanitaristas, además de las ONGs y ciertos grupos de presión; siendo así que todos ellos caben en la democracia formal. Por lo tanto, quien quiera impulsar la idea de bien basada en el encuentro con el "otro" debe hacerlo desde estas plataformas y en modo alguno desde el poder del Estado. Ningún liberal en su sano juicio ve con malos ojos ni la implantación de un sistema redistributivo de la riqueza ni las iniciativas solidarias ejercidas a título personal.

    Por último, la democracia real constituye una aporía en el contexto de los Estados-Nación por cuanto resulta inviable formar una asamblea integrada por 4o millones de personas, más preocupadas por ganarse la vida que por dedicarse al estudio del orden social y el reglamento jurídico.

    Gracias, amigo.

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  5. “…El artículo de Vidal-Beneyto lejos de proponer una crítica constructiva, se inspira en un nihilismo ciego y furibundo.” A ver, no todos los artículos tienen que acabar en recetas totalmente cocinadas y cerradas. La crítica constructiva de Beneyto, es hacer un diagnóstico que pone de manifiesto los condicionantes de una sociedad profundamente injusta, que se basa en el egoísmo individual donde el “triunfo individual” que siempre se nos ofrece, va contra "el otro". Esta reciente crisis que nos está machacando como ciudadanos es una crisis que ha estado motivada no por las famosas hipotecas “sub-prime”, sino sobre todo por un sistema corrupto que no solo ha dado por bueno esa forma de actuar sino que además lo ha jaleado, como la forma más rápida y eficiente de crear riqueza. Ha sido, amigo y esto es muy importante, una crisis provocada por la falta de valores y una ética que ponga en el centro a la persona (individual y socialmente hablando). Creo que coincidirás conmigo que el Estado de Derecho no es igual para todos, y si no, cómo se explica el reciente caso del presidente de la CEOE (Gerardo Díaz Ferrán) donde debiendo un porrón de millones, habiendo hecho el trastorno que ha hecho a un montón de pasajeros y trabajadores, que ha puesto de patitas en la calle, sigue tan campante en libertad; y por el contrario a cualquier ratero que pillan robando le meten ipso-facto en la cárcel. Te recuerdo a Agamenón y su porquero. “…Ningún liberal en su sano juicio ve con malos ojos ni la implantación de un sistema redistributivo de la riqueza ni las iniciativas solidarias ejercidas a título personal”. A ver, creo que tienes un concepto de los liberales un poco chapado a la antigua (en el buen sentido de la palabra, es decir de los clásicos). El neoliberalismo rampante que nos inunda no concibe el concepto de redistribución de la riqueza, a lo sumo la caridad ejercida desde la prepotencia de su riqueza. Mi opinión es que las sociedades tienen que apostar por valores éticos no rígidos ni estrictos a nivel social, como la única forma de progresar o avanzar socialmente. Si no fuese así, estaríamos todavía, probablemente, en el esclavismo más brutal. Los avances sociales y progresistas de la humanidad han venido a través de la toma de conciencia de los oprimidos y luego de una actuación consecuente. Recuerda que el Estado de Derecho es una construcción del ser humano que normalmente responde a los intereses de la clase social dominante, vamos, que no es un constructo socialmente aséptico ni un invento de Zeus. Finalmente no se trata de crear un Congreso de los Diputados de 40 millones de personas, se trata de formalizar mecanismos que permitan eficazmente el control por parte de la ciudadanía de los que toman decisiones y eso, como todo, hay que practicarlo para que funcione. ¿No te das cuenta que tu planteamiento llevado a sus últimos extremos lo que defiende es al dictador único? Eso ya no sería una aporía porque se haría siempre lo que él dijese, al no haber oposición, y los demás a obedecer.

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